El combate de San Lorenzo fue el bautismo de fuego del regimiento de Granaderos a Caballo formado por José de San Martín. Tras perseguir por tierra a la tropa realista que navegaba por el Paraná desde Montevideo, el 3 de febrero de 1813 cuando al fin desembarcaron se ordenó un ataque que los obligó a rendirse. Este triunfo dio inicio a la marcha libertadora.
El enfrentamiento en lo que actualmente se conoce como el Campo de la Gloria duró 15 minutos pero dejó una huella imborrable en la historia y significó el puntapié inicial de la carrera militar de José de San Martín en suelo americano. Cabe recordar que había servido 20 años en el ejercito español, con gran desempeño, y que al conocer las noticias sobre la Revolución de Mayo decidió volver a su patria para luchar por la independencia.
A principios del 1800, las Provincias Unidas del Río de la Plata habían organizado un movimiento independentista muy importante, y en 1813 Buenos Aires estaba en manos de los patriotas y constituía para ellos un verdadero peligro de continuar la Revolución.
Ante esta situación la Corona española nombró a Montevideo como capital temporal del virreinato y sede militar y naval de la metrópoli en América del Sur. Con el fin de detener el movimiento independentista, desde allí realizaron constantes ataques armados a Buenos Aires.
Como lo dice Mitre en síntesis magistral: «Sólo en las aguas no se dilataba el espíritu de la revolución. El poder marítimo de España en América parecía invencible. El Río de la Plata y sus afluentes reconocían por únicos señores a los marinos de Montevideo que mantenían en jaque perpetuo a todo el litoral argentino».
La planificación del ataque al ejército realista
Pero tenían un punto débil. Como el abastecimiento de Montevideo se realizaba de manera fluvial, a través del río de la Plata, salían expediciones españolas a saquear los pueblos para hacerse de insumos y esto los hacía blancos fáciles de atacar por los patriotas de Argentina.
San Martín, por entonces coronel, destinó vigías que desde tierra siguieron el avance de los buques españoles. Ese trabajo de inteligencia le dio la pauta de que debía esperar el desembarco cerca de la posta de San Lorenzo y estableció su cuartel en el convento de San Carlos, a orillas del río Paraná.
la estrategia de combate consistió en ocultarse en el convento franciscano, ya que se encontraba próximo a la ruta que generalmente utilizaban los españoles asentados en Montevideo para abastecer a su ciudad.
Sus espías trabajaban intensamente y gracias a ellos pudo saber con precisión que el jefe español Zabala venía navegando por las aguas del Guazú desde el día 17 de enero con una escuadrilla que era superior a toda la flota que pudiera reunir la naciente patria: once barcos muy bien artillados con unos 300 hombres entre las tropas de desembarco y la marinería.
Los hombres que combatirían por la patria eran unos 150 granaderos de elite que el propio San Martín había seleccionado por sus condiciones de combate. Durante la vigilia tenían prohibido hacer fuego o hablar en voz alta. San Martín subió a la torre de la iglesia y ahí mismo diseñó el plan de batalla.
El combate
A las cinco, 250 españoles apoyados con 11 naves con su respectiva artillería desembarcaron al mando del capitán de artillería urbana Antonio de Zabala para saquear lo que estuviese a su paso. Pese a no sospechar del ataque fueron precavidos y marcharon en doble columna, a paso redoblado, con bandera desplegada en dirección al convento.
«En dos minutos estaremos sobre ellos, sable en mano» , arengó San Martín a los granaderas instantes previos.
Tal como relató a sus superiores, las fuerzas patriotas lanzaron un ataque envolvente que los tomó por sorpresa. Cuando los españoles vieron la carga, del coronel de frente y de Bermúdez desde detrás del convento, se formaron en martillo y efectuaron una cerrada descarga de fusilería y metralla.
«En dos divisiones de a 60 hombres cada una, los ataqué por derecha e izquierda; hicieron no obstante una esforzada resistencia, sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz de contener el intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano; al punto se replegaron en fuga a la bajada, dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros, de ellos 12 heridos, sin incluir los que se desplomaron y llevaron consigo, que por los regueros de sangre que se ven en las barrancas considero mayor número», escribió el Libertador.
El caballo bayo de cola cortada al garrón de San Martín fue herido en su pecho por una bala y se desplomó quedando la pierna derecha del coronel aprisionada. Junto a él se encontraba su cuñado, el portaestandarte Manuel Escalada, a quien le gritó: «Reúna usted al Regimiento y vayan a morir».
Cabral soldado heroico
Un soldado español le lanzó un golpe de sable a la cabeza al verlo inmóvil pero el jefe de granaderos alcanzó a esquivarlo, recibiendo solo un corte en su mejilla izquierda. Fue ahí que otro arremetió con su bayoneta pero el puntano Juan Bautista Baigorria lo mató.
El coronel seguía siendo blanco de los ataques cuando ocurrió el acto heroico del correntino Juan Bautista Cabral quien logró sacar a San Martín. Interpuso su cuerpo para recibir los embates enemigos, salvándole la vida a su superior pero recibiendo las heridas que causaron su muerte.
San Martín dará testimonio de este hecho en una carta dirigida a la Asamblea:
«No puedo prescindir de recomendar particularmente a la familia del granadero Juan Bautista Cabral natural de Corrientes, que atravesado el cuerpo por dos heridas no se le oyeron otros ayes que los de viva la patria, muero contento por haber batido a los enemigos”.
La retirada de los realistas
El capitán Bermúdez, que había hecho un rodeo demasiado largo, entró en acción en ese momento al grito de «viva la patria». Junto al teniente Manuel Díaz Vélez encabezaron la persecución de los españoles que buscaban la costa. En el fragor del enfrentamiento una esquirla de metralla le destrozó la rótula al primero dejándolo fuera de combate y al segundo su ímpetu lo hizo caer por la barranca recibiendo además una herida de bala en la cabeza. Fue el único prisionero que tomaron los españoles, pero sería canjeado al día siguiente. No obstante, moriría el 20 de mayo de ese año a causa de las heridas.
Tras la victoria
El violento combate de San Lorenzo, de apenas quince minutos de duración, dejó entre los patriotas 16 muertos y 27 heridos. Entre quienes perdieron la vida se encontraba Justo Germán Bermúdez quien afligido por haber decepcionado a San Martín con su tardía entrada a la lucha, aflojó su torniquete y se dejó morir por una hemorragia.
Los granaderos fallecidos fueron enterrados en una fosa común en el huerto del convento (más tarde los frailes construyeron un cementerio donde descansan sus restos). Los heridos fueron llevados al refectorio, donde recibieron las primeras curaciones.
San Martín, que tenía una herida en la mejilla y una dislocación del brazo, recibió al día siguiente del enfrentamiento al jefe español Zabala. El hombre al mando de los realista, lesionado en una pierna, deseaba conocer a la tropa que se había batido con semejante coraje y disciplina y fue invitado por el coronel a desayunar.
«El buque comandante de la escuadra enemiga me ha remitido un oficial parlamentario, solicitando vendiese alguna carne fresca para sustentar a sus heridos y en consecuencia he dispuesto que se le facilite media res exigiéndole antes su palabra de honor de que no será empleada sino con este objeto», relató San Martín.
Dos días después del combate, en Buenos Aires se festejó la victoria con salvas de artillería y repique de campanas. Además, se dispusieron mil pesos a distribuirse entre los vencedores.
Lo que dejó el combate de San Lorenzo
Más que una batalla, el conflicto consistió en un combate debido a su corta duración y la escasa cantidad de soldados que intervinieron. No obstante, se logró que los españoles dejaran de realizar incursiones desde Montevideo a través del río, produciéndose un debilitamiento progresivo de los realistas. Esto permitió desalojar, más adelante, a los españoles del actual Uruguay.
Además, al no haber más saqueos por parte de las tropas española (decomiso de ganado y de dinero) se produjo un ambiente de seguridad para los pobladores de las provincias cercanas y permitió la fluidez comercial con Paraguay, que era una fuente importante de víveres y comercio para la época.
Por último, fue el impulso definitivo para la gran campaña de independencia en el sur del continente americano.
La batalla fue cerca del Campo de la Gloria
Si bien se radica el combate de San Lorenzo en el Campo de la Gloria, a orillas del Paraná, en realidad fue en un puerto natural que existía a cientos de metros hacia el norte, que quedó sepultado tras una furiosa tormenta en 1915.
El recuerdo de Cabral
En el cuartel de Granaderos, que estaba ubicado donde en la actualidad se encuentra la plaza San Martín, se colocó sobre la puerta de entrada un tablero con la siguiente inscripción: «Al Soldado Juan Bautista Cabral. Murió en la acción de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813. Sus compañeros le tributan esta memoria».
Todas las tardes, en la lista mayor, el sargento primero encargado del primer Escuadrón al pasar lista llamaba «Juan Bautista Cabral» y el sargento más antiguo contestaba: «Murió en el campo del honor, pero existe en nuestros corazones. ¡Viva la Patria, Granaderos!».
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